Últimas horas del VII Capítulo provincial de Ibérica
Ya pasaron las inocentadas. Y dormimos a pierna suelta el día 28. En la oración de la mañana del 29 faltaban algunas personas.
En el desayuno, Abel, ya como nuevo Provincial, nos comenta que el Superior general, en la madrugada, se ha sentido mal y está sufriendo las molestias de la fiebre, por lo que se ha aplicado las pruebas oportunas para detectar el coronavirus y ha dado positivo.
Sobre las nueve de la mañana hemos empezado las últimas sesiones del Capítulo. Son sesiones deliberativas en las que estamos solos los hermanos. Afrontamos dos tareas interesantes: la aprobación del Reglamento capitular que regulará el próximo capítulo y elegimos los miembros del Consejo provincial del nuevo trienio.
El Reglamento del próximo capítulo se aprueba por unanimidad con pocas modificaciones sobre la redacción que tenía el reglamento actual.
Y el nuevo Consejo provincial también se completa con solo tres votaciones. El Provincial, como marca el Reglamento, solicita a cada hermano elegido su aceptación de ese servicio para los próximos tres años. Y como todos lo aceptan, aquí están, por orden alfabético, los nuevos consejeros provinciales, que siguen siendo seis: Jaime Comabella, Alfonso Fernández, Íñigo García, Samuel Holguín, Alejandro Mena e Iñaki Ruiz.
Mientras esto ocurría en la sala, algunos teléfonos no dejaban de sonar y los protocolos que se están aplicando en la pandemia empezaron a marcar decisiones de urgencia. Por otra parte, los laicos daban el último retoque al mensaje que querían transmitir a los hermanos.
Se acercaba la hora de la sesión de clausura, prevista sobre las 12 del mediodía.
En ese momento, el Superior general ya está confinado en su habitación y se han gestionado diez pruebas PCR para los laicos y algunos hermanos con tareas especiales en casas de hermanos mayores. No se inicia la sesión de clausura y se da preferencia a que las personas que han de pasar la prueba de infección vayan a Logroño para efectuarla.
Pasada la una de la tarde estamos todos otra vez en la sala. El Superior general se conecta on-line desde su habitación.
Los laicos nos leen un mensaje cercano y estimulante: “Os animamos a vivir los retos y desafíos surgidos en el Capítulo y nos comprometemos a estar con vosotros en esta tarea.”
El Superior general, desde su habitación, nos envía un mensaje de gratitud y de esperanza en torno a un futuro cargado de sueños y de vida: “Con vosotros, con las treinta personas que habéis compartido vuestros mejores proyectos y compromisos, hay energía suficiente para dar vida a esta familia marista que vive y crece en Ibérica”.
El hermano consejero Ben Consigli también nos ha animado a dejar huellas y pasos en el camino que se abre cada día entre nosotros.
Y al final, nuevas palabras del archivo del papa Francisco y del emotivo momento que estábamos viviendo se convierten en aplausos y en una cajita de semillas de violetas que hemos de sembrar y que, seguro, han de germinar y crecer en los tiestos de nuestras ventanas y en el calor de nuestros corazones.
Y, ahora ¿qué?
A lo largo del Capítulo se ha aludido con frecuencia a la imagen con la que Abel presentó su propuesta para los hermanos y para la Provincia en el próximo trienio. Se nos pedía no pasar por la vida caminando en caminos seguros, sino metiéndonos en los charcos en los que se juega la esperanza y el futuro mejor.
La respuesta al “ahora ¿qué?” es fácil. Ahora, a embarrarse allí donde hay que encontrar fraternidad y donde el camino de Dios se encuentra con los necesitados y con los que buscan en su corazón las huellas de Dios en su vida.
Nos podemos embarrar como diversión e, incluso, con la actitud adolescente de rebeldía, por el simple hecho de chapotear y salpicar a nuestro alrededor.
Nuestro tiempo no es tiempo para la diversión, ni para actitudes de rechazo, ni para dejar que sean los demás los que se atrevan a dejar el camino firme para aventurarse por baches y charcos.
El “ahora ¿qué?” es un ahora de grupo unido que, incluso, se tiene que dar la mano ante una sombra o duda del camino, es un ahora de comunidad y de Provincia y queda muy feo cuando se ve que alguien no sigue el paso o va al margen del grupo.
El “ahora ¿qué?” es un ahora de compromiso, de audacia, de caminar sin conocer el fondo, de salir de cada uno de nuestros proyectos con ropa sucia y manchada…
Los maristas necesitamos vivir en el tiempo nuevo que desvela el rostro de un Padre Dios que se preocupa por cada uno de sus hijos y el rostro de una familia de hermanos solidarios y corresponsables con la rica tradición que hemos recibido.
Tenemos seguridades y relatos que nos facilitan una vida tranquila en el calor del hogar. Pero es hora de construir una nueva estancia familiar, una nueva mesa, una nueva cadiera, porque con ello se recrearán las historias y se empezarán a escribir otras nuevas.
Cada uno de nosotros, los maristas de Ibérica, hermanos y laicos, cada comunidad, cada fraternidad, cada grupo, y la Provincia entera debemos cargar con el “ahora, ¿qué?” dejando de lado el “antes, ¿qué?” o el “mañana, ¿qué?” con los que podemos jugar sin que nos duela la cabeza o las manos.
H. José Luis Santamaría